Partido tipo insomnio en el que no se pudo ni pestañar y el buen juego se mimetizó en buenas intenciones lo que sumó valor individual a todos los protagonistas. La diferencia en el juego, quizá se reflejó mejor en el complemento, cargado de llegadas entre dos equipos descuidados y lanzados como le gusta a la gente que disfruta de un espectáculo que fue un mimo a los ojos y cuando todo es palo y palo, la certeza en la definición marcó diferencias.

Equipo Sin Nombre se podía cortar pero le costó ponerse online, corrió por detrás desde el comienzo, tuvo que bailar con la apresurada y entonces su mayor desgaste lo dejó sin chispa sobre un final que debía arremeter.

Malbec vuelve sufrir el síndrome del empresario ambicioso de aquel Barza del verde césped del 2018 al hacer un monopolio del balón, son algo así cómo los celosos de la pelota, los tipos no la quieren prestar. Una novela exquisita donde todos quieren invitar al balón a pasear por el campo contrario, acariciarlo hacia un túnel de suela, ¡y que vuelva! para terminar debajo de la red alardeando a los gritos por una conquista que puede contribuir con la victoria tras una excursión memorable sin tener que dar explicaciones. Juegan bien y lindo.