El partido fluyó como un río caudaloso, a veces manso y cristalino, otras veces turbulento y lleno de rápidos. La intensidad del juego variaba como el ánimo de un niño en un día de feria: momentos de euforia desbordante se alternaban con instantes de calma casi soporífera. El balón, como un péndulo inquieto, oscilaba de un área a otra, dibujando un ballet impredecible en el verde césped. Los jugadores, entregados en cuerpo y alma, luchaban por cada centímetro del terreno, dejando en la cancha toda su pasión y garra. Un encuentro que, sin duda, quedará grabado en la retina como un sueño febril lleno de contrastes. En otras palabras, Barba Guerra manso manejó los hilos hasta que apareció Matías Lepez y con 3 Pepas dio vuelta la contienda en favor de Tinta.