No son solo un equipo, son una familia. En el campo, Tinta no juega con los pies, lo hace con el corazón y con los lazos que los unen más allá de la cancha. La Copa Ritorno no es un simple trofeo; es el lienzo donde han pintado su segundo título, un hito que marca la consolidación de su reinado. Este equipo, construido sobre cimientos de hermandad y lealtad, ha demostrado que la magia no reside en el talento individual, sino en la sinfonía de un colectivo.

El mediocampo es el cerebro, y el 10, Lepez, es el maestro de orquesta que maneja los hilos del juego. Su visión y su toque exquisito son la brújula que guía a sus compañeros. A su alrededor, la familia Caro, tres hermanos que se entienden con la mirada, son la columna vertebral que mantiene al equipo en pie. Su química es el pegamento que une a la defensa con el ataque.

En la retaguardia, los hermanos Dominelli son el candado inexpugnable, los guardianes de la portería que no ceden ni un centímetro de terreno. Y en los flancos, los incansables Seba y Mauri son los soldados del equipo, los pulmones que nunca se cansan de correr, de presionar y de sacrificarse por el bien común.

En el fútbol, se dice que la experiencia se forja en las finales, que los campeones nacen de la adversidad. Tinta ha demostrado que la juventud y la pasión son suficientes para escribir su propia historia, para llenar de color un lienzo que parecía en blanco. Con esta Copa Ritorno, han dejado claro que su reinado apenas comienza.