El equipo de Salvatore está demostrando que en el fútbol amateur —como en el profesional— los cimientos importan. Un Equipo FC venció 4-2 a Toco y No Voy y cerró la primera rueda con una sonrisa ancha, esa que se consigue cuando se gana jugando a la idea que se entrena. No fue un triunfo casual: fue el reflejo de un conjunto que se está construyendo de atrás hacia adelante, sólido en defensa, ordenado en la mitad y cada vez más confiado en ataque.

En un torneo donde muchos buscan brillar, Un Equipo FC eligió primero creer. Lo suyo es simple y efectivo: líneas compactas, relevos justos y una mentalidad colectiva que los está transformando en un bloque difícil de vulnerar. Y cuando el arco se abre, los goles aparecen en todos lados. En esta jornada, con los hermanos Decastelli encendidos, el inoxidable Rama como figura, y un detalle que quedará para el recuerdo: el arquero Thiago “Otero” marcó un gol. Sí, el guardameta que suele ser garantía bajo los tres palos también se dio el gusto de anotar.

El 4-2 fue justo. No porque Toco y No Voy no haya competido, sino porque Un Equipo FC fue más coherente, más táctico y más compacto. Toco y No Voy, en cambio, mostró un rostro desconocido. Sorprende verlo último en la tabla después de aquel arranque que ilusionó a todos —aquel 4-0 frente a Cortala Pipo, hoy escolta del torneo—, pero el fútbol tiene esas paradojas. Como decía Menotti: “Ni cuando ganás sos un fenómeno, ni cuando perdés sos un desastre”.

El conjunto de Santi Fernández tuvo sus luces y sombras. Faltó gol, faltó Thiago Cabrera desde el inicio, y sobró esa disyuntiva interna que muchos equipos enfrentan: ¿disciplinar o ceder al talento? Cabrera llegó tarde y el equipo lo pagó caro, porque cuando él no convierte, el equipo lo siente. De todas formas, el grupo dejó en claro que hay valores que no se negocian. Y eso, a la larga, también construye identidad.

Del otro lado, Un Equipo FC vive su mejor momento desde que entró al Verde Césped. Salvatore lo sabe: su equipo pasó del desconcierto inicial a la firmeza actual, y eso se logra sólo con trabajo. Lo de Thiago Otero bajo los tres palos es monumental; lo de Decastelli —el “DT jugador”—, inspirador. Polifuncional, técnico, con panorama y voz de mando. Lo que antes era una defensa férrea, hoy empieza a transformarse en un equipo completo, que defiende, juega y convierte.