En un duelo que nadie esperaba, Sudacas, el reciente descendido, se impuso de manera contundente por 8 a 4 a Tibia, el flamante campeón de Copa. Un resultado que no solo confirma la regla de que en el fútbol no hay rival chico, sino que también sirve como una advertencia para el campeón, que pareció sufrir del famoso "relajo" post-consagración, una teoría que el mismísimo Carlos Bianchi, campeón del mundo con Vélez y Boca, solía mencionar.

El encuentro se jugó con una intensidad arrolladora por parte de los de Sudacas, que demostraron en la cancha su sed de revancha. A pesar de haber bajado de categoría, el equipo exhibió un potencial ofensivo impresionante, dejando claro que el descenso no hizo más que fortalecer su determinación. La clave del triunfo fue el gran plantel que armó su capitán, Kevin Garabán, quien supo reclutar talentos que se complementaron a la perfección.

Mientras Tibia intentaba reaccionar, el vendaval de Sudacas no se detenía. Los recién ascendidos aprovecharon cada oportunidad, con una efectividad que sorprendió a propios y extraños. El resultado, más allá de la goleada, es un triunfo de peso para los de Sudacas, que demostraron su categoría y dejaron un mensaje claro a toda la división: están de regreso y no se lo van a tomar con calma.