En la Primera C no hay tregua. Cada domingo parece una final, y el duelo entre Ratoes y Sudacas fue exactamente eso: una batalla de estilos, de historia y de jerarquía. Dos de los cuatro grandes de la categoría frente a frente, con planteles completos y una promesa tácita: jugar el mejor fútbol que la C puede ofrecer. El resultado final fue 2-1 para los Ratoes, que no sólo ganaron el partido, sino que se subieron a la punta del torneo.

Fue un partidazo medido, tenso, parejo, de esos que se sienten en el pecho. Los dos equipos se conocen, se respetan y se anulan. En ese contexto, los defensores fueron los grandes protagonistas: las marcas fueron duras, los cierres oportunos y los arqueros —figuras en cada arco— se lucieron para mantener el suspenso. Como decía Bilardo, “los equipos que quieren ganar campeonatos se arman desde atrás”, y este partido fue un homenaje a esa frase.

En medio del forcejeo táctico, cuando el juego parecía trabado en la mitad, la Bruja Lépez iluminó la tarde. Su gol fue una pintura: jugada colectiva, precisión en movimiento, definición con clase. Un gol de equipo, de los que se ensayan más con intuición que con pizarra. Ratoes se puso en ventaja, pero el juego seguía abierto, porque Sudacas siempre tiene con qué.

Y cuando el primer tiempo moría, Mati “El Toro” Orellana tuvo la suya: arrancó desde mitad de cancha, se llevó a todos puestos, y quedó cara a cara con el arquero de Ratóes. Parecía gol, parecía el golpe al corazón del puntero… pero ahí apareció Lauti Orellana, el arquero vestido de defensor que se jugó el alma. Fue un quite perfecto, limpio, heroico, de esos que valen como un gol. Esa jugada fue el símbolo del partido y, a fin de cuentas, el momento que selló el triunfo de Ratoes.

El complemento fue pura tensión. Sudacas buscó, empujó, pero no encontró. Ratoes cerró líneas, manejó los tiempos y defendió con oficio, sabiendo que a veces ganar es también resistir.

Cuando el árbitro pitó el final, los de Ratoes festejaron sabiendo que este triunfo vale doble: tres puntos y liderazgo. La C quedó encendida, con varios equipos mirando de cerca y soñando con la gloria. Pero por ahora, el trono es de Ratoes.

Como diría Simeone, “el esfuerzo no se negocia”, y Ratoes lo firmó con sangre y fútbol.