Sábado 9.50. Solcito tibio, aire fresco y el Verde Césped que ya tenía olor a partido bravo. Enfrente, dos mundos distintos: el recién llegado Papota frente al Manchester City más estelar que se haya visto en la categoría. De un lado, un equipo que todavía no completó ni una temporada entera, con 8 o 15 partidos en la espalda. Del otro, un conjunto plagado de campeones, multicampeones y jugadores curtidos en la A y la Copa de Oro. Futbolísticamente hablando, era “misión imposible”. Pero como dijo alguna vez Marcelo Bielsa: “En el fútbol, lo previsible no existe.” Y vaya si este partido lo confirmó.

Manchester City entró a la cancha con chapa pesada:
— Mati Dominguez, arquero de Parne campeón de Oro, reflejos de manual.
— Agustín Campodónico, el 10 que en Gótica levantó todo lo que se podía levantar.
— Santi Salvia, otro campeón de carpeta, referencia absoluta del Verde Césped.
— Licha Selser, ADN futbolístico, formación de Vélez, un soldado táctico.
— Lucho Ferro, uno de los mejores jugadores de la categoría.
— Y un plantel que, línea por línea, podía salir a jugar una final de Primera A sin despeinarse.
Un verdadero equipazo.

Papota, en cambio, traía humildad, hambre y una fe de esas que no aparecen en la planilla pero pesan en la cancha. Lulo San Martino y Fabri Marassa, nombres que quedaron marcados a fuego en esta mañana.

El partido empezó con City manejando la pelota, dominando, empujando, como era de esperarse. Y ahí apareció Fabri Marassa, arquero de Papota, para empezar su obra maestra. Tapó todo. Todo. Una con la cara, otra con el pecho, otra con un manotazo imposible mientras todavía se estaba levantando del piso a Lucho Ferro, que ya estaba saboreando el gol.

Para destacar, Lulo Sammartino jugó un partido que merece un cuadro. Si Julián Álvarez presiona, lo de él fue Julián Álvarez x2. Corrió hasta abajo de las baldosas, marcó, recuperó, presionó al arquero, a los defensores, a los volantes… estaba en todos lados. Y encima metió dos pepas. Dos. Una locura. Y claro, cuando Papota pisa el área rival, aparece siempre el mismo nombre: Juano Loren. No falla. No perdona. No pregunta. Él fabrica goles. Y otra vez, dejó su sello.

Manchester City descontó, empujó, metió a sus figuras en campo rival, llenó el área de camisetas celestes. Pero cuando el partido se volvió una película dramática, Papota defendió como un equipo grande. Con orden, con corazón, con entrega total. Y con un arquero en modo “Torneo Legendario”.