El segundo partido de la Primera C fue una fiesta de fútbol y nervios. El Manchester Tiki de Juanma Giménez arrancó con todo, fiel a su estilo: juego corto, paredes, rabonas, tacos y gambetas.
Tade Bassi tirando lujos de potrero, Ferro pisándola para acá y para allá, Campodónico buscando siempre el pase entre líneas. Era un concierto de fútbol ofensivo, un “pim-pam-pum” de esos que hacen aplaudir hasta al rival.

Pero claro, lo del Tiki tiene historia repetida: generan un montón… y convierten poco. Erraron muchas jugadas en la abundancia. Tanto lujo, tanto toque, y poca concreción. Y cuando no la metés, el fútbol suele pasar factura.

Toco y No Voy, el equipo de Santi Fernández, no se quedó atrás. Ordenados, con presión media y buen pie, empezaron a encontrar espacios y metieron el partido en un ida y vuelta frenético. Supieron levantarse en los momentos difíciles y mostraron carácter cuando el Tiki parecía florearse.

El resultado fue cambiante, vibrante, de esos que no te dejan pestañear. Manchester Tiki siempre al frente, pero sin poder despegarse. Cada vez que parecía tenerlo cerrado, Toko respondía y volvía a ponerse en partido.

Hasta que, sobre el final, el Tiki tuvo que dejar de tocar y ponerse el overol. Los mismos que tiraban caños y rabonas, terminaron defendiendo el 3-2 con uñas y dientes.

Manchester Tiki ganó, pero sobre todo aprendió. Que los partidos se cierran con goles, no con jugadas lindas. Que el fútbol no siempre premia al que mejor toca, sino al que mejor sostiene.
Y que cuando se juntan el talento con el sacrificio, ahí sí, el Tiki puede ser cosa seria.