El Papota FC de Mastan, hoy el Mariscal Juárez, consiguió un triunfo que vale más que tres puntos. Le ganó 2-0 al Manchester Tiki y lo hizo con autoridad, inteligencia y una entrega digna de un equipo que entiende de qué se trata este torneo: del valor de competir, de creer, y de dejar todo en el verde césped.

El partido fue bravo, de esos en los que la concentración y la táctica pesan más que la inspiración. Papota lo entendió desde el primer minuto. El Mariscal Juárez se vistió de bombero para apagar el fuego del Tiki: le tocó marcar a Santi Salvia, uno de los delanteros más determinantes de la categoría, y lo controló casi por completo. Salvia no pudo convertir y ese fue el primer gran acierto estratégico de Papota.

Del otro lado de la cancha, lulo Sammartino tuvo su tarde más completa. Clavó su gol —uno de los dos de la jornada— y pudo haberse llevado la pelota a casa si el destino no le jugaba en contra. Dos remates al palo y un par de malas definiciones evitaron que su nombre brillara todavía más en la planilla. Pero el fútbol también es eso: “a veces la pelota no entra, pero el que busca siempre termina encontrando”, como decía Bielsa.

Para destacar, Fabri Marassa, debutante en el arco en reemplazo del uno titular, respondió con jerarquía. Dos tapadas en el primer tiempo que valieron oro y dieron tranquilidad al equipo. Desde el fondo, Papota construyó una victoria sólida: cada línea cumplió su función, cada jugador supo cuándo jugar y cuándo cortar. Fue un triunfo de grupo, de espíritu, de convicción.

El Manchester Tiki, por su parte, vivió una tarde nublada. Tuvo posesión, tuvo nombres, pero no tuvo claridad. Es uno de esos equipos que tienen tanto talento que a veces se pisan entre sí. Y cuando eso pasa, el fútbol se apaga. En el verde césped, las ideas no fluyeron y la pelota nunca encontró destino: “el fútbol no se termina cuando perdés, sino cuando dejás de intentarlo”. Y este grupo, por nombres, historia y temperamento, tiene todo para levantarse.

El Papota FC, en cambio, está en alza. Le ganó a uno de los cuatro grandes de la C y se acomodó. Con orden, carácter y convicción, firmó una victoria de esas que marcan el rumbo. Porque en el fútbol, como en la vida, los equipos que creen en su proceso siempre terminan encontrando su recompensa.