El duelo por la Primera B dejó una enseñanza clásica del fútbol: “no gana el que más linda la hace, gana el que mejor entiende su plan”. Y en ese aspecto, SyH fue implacable en su triunfo por 6-2 frente a La Masía.

La Masía mostró lo de siempre: crecimiento semana a semana, intención de construir desde abajo, pases cortos, traslados y sociedades. Lucho Ferro y Luquitas Machado buscaron darle sentido a cada jugada, pero se encontraron con un rival que juega otro deporte: el de la practicidad.

Porque SyH tiene su libreto y lo ejecuta a la perfección: Godaly al arco, saque preciso al pecho de Fede, el pivote, y de ahí arranca el fútbol. No hay riesgo innecesario, no hay salida complicada: la pelota viaja directo al 9, el Orco Deandreis, un nueve temible que aguanta, descarga y rompe redes. “El fútbol es simple, lo complicado es jugar simple”, decía Cruyff, y SyH es el ejemplo perfecto.

Pero no todo es ataque. En la presión, Santi Rosales y compañía se multiplican por toda la cancha, mordiéndote los tobillos al estilo Julián Álvarez, obligando a La Masía a salir incómodo y sin claridad. El orden defensivo se potencia con el plan ofensivo, y el círculo se cierra: un equipo sólido, difícil de doblegar, que sabe a lo que juega y no negocia su identidad.

La Masía, en cambio, nunca pudo sentirse cómodo. Su estilo necesita tiempo y espacios, y SyIH no regaló ni un centímetro. Pese a la derrota, el potencial está: si consolidan lo que vienen construyendo, pueden transformarse en un rival peligroso.