Partido con aroma a promesa. De un lado, La Pandilla, el equipo sensación del torneo, de esos que hacen fácil lo difícil. Del otro, Paris Saint-Fernet, uno de los nuevos, que aún busca su identidad pero crece a pasos firmes bajo la mirada y conducción de Facu Díaz, que trabaja con el alma y la cabeza en cada partido.

El encuentro fue una muestra de estilos.
La Pandilla juega un fútbol eléctrico y elegante, con transiciones que parecen coreografiadas. Su número 10, Salas, fue una orquesta completa: condujo, encaró, rompió líneas, y cuando el espacio se cerraba, encontraba el pase justo.
Y si de contundencia se trata, apareció Kevin Alejo, el goleador del torneo. Tres pepas y una asistencia, pero además una entrega total. Lo de Kevin es constancia y hambre. A veces recuerda a los viejos 9 de raza, los que no esperaban el gol: lo iban a buscar. Como decía Batistuta, “el gol no se espera, se conquista”.

Paris Saint-Fernet, con bajas sensibles como la de Fede Gómez, tuvo en Román Sigimbosco a su mejor hombre: desequilibrio, velocidad y algo de rebeldía futbolera. Cada vez que tomó la pelota, algo pasó.
El equipo, pese a la derrota, muestra señales claras: hay intención, hay juego, hay una idea que empieza a germinar. “Comprende y aprende rápido”, se dice desde el entorno, y esa es la base de los que progresan.