El Verde Césped fue escenario de una batalla táctica y emocional que terminó inclinándose del lado de los que nunca se rinden. Jogo Bonito le ganó 4-3 a Tinta en un duelo que valía más que tres puntos: valía la punta del torneo.

Ambos llegaban punteros, ambos sabían que el que perdiera se quedaba mirando de atrás. Y así lo jugaron, con el corazón por delante y los dientes apretados. Tinta FC arrancó mejor, con su sexteto ideal en cancha y un despliegue que hacía recordar los días dorados: posesión, rotación y presión alta. Parecía que el equipo de Mati Lépez, su capitán y alma, tenía todo controlado… hasta que el fútbol mostró su cara más cruel.

Porque si algo tiene Jogo Bonito, además de nombre, es historia. Historia escrita en goles y remontadas imposibles. Historia con nombres como el de Rodrigo Busto, el eterno goleador del torneo, ese que lleva más de 912 gritos en su carrera Depoencuentros y que sigue marcando con la misma voracidad del primer día. Como dijo alguna vez Batistuta: “El día que no me emocione un gol, me retiro”.

Y vaya si se emocionó. Dos goles suyos volvieron a poner a Jogo en partido cuando Tinta mandaba con autoridad. Pero el golpe más duro llegó del otro lado: la expulsión de Mati Lépez, justo en el momento en que su equipo más lo necesitaba. Fue el punto de quiebre. Tinta perdió el eje y el orden. Jogo se agrandó.

Con El Presi Coria multiplicándose en todo el campo y Rodri (como lo llaman sus compañeros) jugando con la camiseta pegada al alma, el equipo se sostuvo. Asimismo hay que destacar a Lucho Ferro, el talismán. El mismo que en la fecha 1 había debutado casi de casualidad —porque había ido a ver al rival y terminó jugando para el Carioca— volvió a convertirse en héroe. Entró, tocó tres pelotas, y una fue adentro. Gol, triunfo, punta del torneo y una sonrisa que contagia.

El fútbol tiene esas historias que parecen guionadas. Jogo, que había pedido cambio de día y llegó diezmado (sin El Guste, sin Tato, con medio equipo afuera), se las ingenió para sacar el partido adelante con lo que tenía: orgullo, mística y una camiseta que pesa.

“El fútbol no siempre premia al que más tiene la pelota, sino al que mejor interpreta el momento”, dijo Guardiola. Y eso fue Jogo Bonito: interpretación pura.