En la séptima fecha, Los Álamos lograron lo que venían buscando desde el arranque del torneo: ganar, pero sobre todo, hacerlo fieles a su estilo. Enfrente estaba Nolimpio, equipo recientemente ascendido que ya demostró que su lugar en la A no fue casualidad. El duelo terminó 5 a 3 para el conjunto de Brugnoli y Guerra, en un partido cargado de dinámica, precisión y lectura táctica.

Los Álamos se plantaron con una propuesta clara: salida limpia, amplitud y paciencia. Apostaron a la construcción desde atrás, moviendo la pelota con criterio y ocupando bien los espacios. El tándem Guerra-Brugnoli manejó los hilos con oficio; el equipo rotó bien las posiciones, usó el pase corto como lanza y encontró los goles gracias a su insistencia en el juego asociado. Esta vez la eficacia acompañó a la idea, y el marcador reflejó lo que se insinuaba en jornadas anteriores.

El golazo de Lucas “el Galgo” Guerra —hermano del Vicepresidente— fue la joya que terminó de sellar una actuación convincente. Un derechazo seco, de esos que resumen el partido: convicción, potencia y precisión.

Nolimpio, por su parte, no desentonó. Mantuvo su identidad: presión alta, transiciones rápidas y búsqueda constante de su goleador, Ignacio “el Mugre” Granella, quien volvió a convertir y extendió su récord a 25 partidos consecutivos marcando. Una cifra descomunal, que ya forma parte de la historia viva del Verde Césped.

Aun así, el equipo sintió la ausencia de su figura estelar, Renzo Castoldi. No sólo por lo que ataja, sino por lo que transmite. Su energía bajo los tres palos es un imán emocional; su falta alteró ese equilibrio que suele blindar al conjunto. Lo supieron todos: compañeros, rivales y hasta el público.

El triunfo de Los Álamos fue más que un resultado: fue una declaración de estilo. Y para Nolimpio, la derrota no fue caída, sino recordatorio de que incluso en las malas, el respeto y la entrega mantienen viva la esencia del juego. Porque el fútbol, en definitiva, es eso: aprender, insistir y volver a intentarlo.