En el verde césped donde la garra y la historia se mezclan con la tierra, Los Álamos vencieron 3 a 0 a La Parroquia en un partido clave en la lucha por la permanencia. Un triunfo que no solo vale puntos: vale identidad.

Porque este equipo —que nació de las cenizas de los recordados Barba Garra— representa la esencia más pura del fútbol amateur: el de los que no se rinden, el de los que se organizan en un grupo de WhatsApp a último momento, pero después dejan el alma por los colores.
Aquel domingo de inscripción fue su punto de partida. Barba Garra se disolvía, pero Rama Brugnoli (el alma del equipo, el “Buñuelito” del grupo, el que pone la cara y la plata), El Zorro, Gris, Ramiro y compañía levantaron la bandera, cambiaron el nombre, mantuvieron el espíritu y le dieron vida a Los Álamos.

Por reglamento, con más de cuatro jugadores del mismo plantel anterior, conservaron el lugar en la Primera A, aunque la idea inicial era arrancar en la C. Pero tocó el camino difícil: quedarse en la máxima y demostrar que no estaban de paso.

Y vaya si lo demostraron. Desde la fecha 3, el equipo empezó a encontrar su forma: un fútbol pensado, solidario, de pase corto y compromiso largo. Un grupo que juega con la cabeza y el corazón. Un plantel que se transformó en ese rival que nadie quiere enfrentar: incómodo, ordenado, competitivo.

Ante La Parroquia, la fórmula se repitió. Presión, intensidad y eficacia. Los goles llegaron en los momentos justos, y cada uno fue un mazazo para un rival que no logra reencontrarse con su mejor versión. 3 a 0 final, y sensación de justicia.

La Parroquia, el equipo de Tom De Rosa, venía de aquel gran arranque del 2025 —marzo y abril de película— que los llevó a este Clausura con orgullo. Sostuvieron el ascenso, se ganaron el respeto de la categoría, pero hoy les toca remar de atrás. Aun así, hay nombres que se destacan. El arquero Rama Torres, figura pese a la derrota, evitó que la goleada fuera mayor. Y Valen Anfus, con su entrega habitual, fue reconocido incluso por los rivales.

Del otro lado, en Los Álamos, el equipo juega como un bloque. Como dijimos en la fecha anterior,
“De repente, Los Álamos son como una coreografía del Teatro Colón: funcionan y dan espectáculo.”

El Sabalero Rolón volvió a demostrar por qué se lo menciona entre los destacados del torneo. Junto a los hermanos Guerra y compañía, el conjunto de Rama Brugnoli volvió a consolidar su estilo: experiencia, compañerismo y fútbol de verdad.

En el fútbol, como en la vida, no importa de dónde venís sino cómo te plantás. Y Los Álamos se plantaron.