Había olor a partido bravo desde antes de que empiece, esos escenarios donde aparece la materia prima del fútbol: carácter. La mañana terminó siendo una especie de parábola futbolera, de esas que enseñan que cuando un jugador juega bien se nota, pero cuando juega bien y es leal, la cancha entera lo reconoce. RR Rodríguez fue eso y más. Se cargó el partido al hombro, metió tres pepas y encima regaló una LECCIÓN ÉTICA de esas que ya no se ven. El árbitro había cobrado gol en un remate que pegó por afuera de la red; parecía adentro. El rival iba a reclamar, pero no hizo falta: el propio goleador fue el que caminó hacia el juez y dijo “no entró”. Hay delanteros que hacen goles. Y hay delanteros que hacen escuela. Ese gesto fue el prólogo de una de sus mejores actuaciones del año. Después sí, vinieron los tres gritos, la diferencia en el resultado y el reconocimiento general, porque cuando el personaje principal actúa con esa claridad, la película se vuelve inevitable.

Cronos está en su mejor momento y es imposible explicarlo sin hablar del equipo como un todo. Ayrton Montenegro lo tiene firme, convencido, enchufado. Naza sostiene, Tato Salzano aporta ese zurdazo peligroso, con aroma a lateral brasileño de época, y aunque no estuvo David, en el banco está Ferroli, que cada vez que entra baja la persiana como si el arco fuera su casa. Hay identidad. Hay orden. Y hay un jugador que hoy te inclina la balanza: RR.

Pero Los Álamos no fueron menos. Todo lo contrario. Si el resultado fue corto, fue porque su arquero, Mati Rolón, el Sabale, está viviendo un clausura extraordinario. Es, literalmente, el jugador que más tiempo tiene la pelota en los pies en cada partido. Cada salida pasa por él. Cada jugada inicia con él. Y esa confianza se vio reflejada en un golazo que enmudeció el estadio: un remate que dejó a todos mirando sin saber si aplaudir o preguntarse cómo un arquero puede hacer eso. Una revelación total. Sumado al Cabezón Gainza, ese personaje que se volvió símbolo desde Qatar 2022, hoy goleador intratable que presiona, muerde, y no deja respirar a nadie. Y a pesar de que no estuvo Rama Buñuelito Brugnoli —que el miércoles se había sacado el hombro en la práctica—, igual Los Álamos dieron pelea como si nada.

El partido fue trabado, trabajado, decidido en detalles. Y ahí apareció la diferencia: Cronos tiene un estilo que viene macerándose hace rato. Cuando ajusta, cuando se ordena, cuando se concentra, se vuelve un equipo de resultados. Ganó por la mínima, sí, pero ganó desde la idea, desde la actitud y desde la figura de un goleador que jugó como si tuviera un reflector encima. Los Álamos no se fueron mal. Se fueron sabiendo que compitieron. Que dieron guerra. Que el arquero está en un nivel altísimo y que el equipo tiene chispa. Pero esta vez, la historia se escribió del lado de Cronos.