Hay días en los que todo parece escrito de antemano. Y otros en los que un equipo se encarga de reescribir la historia con marcador grueso. Jogo Bonito volvió a demostrar por qué es uno de los colosos del fútbol amateur: porque no sale a competir… sale a imponer su estilo. Como dijo alguna vez Guardiola: “Los buenos equipos pasan; los equipos que marcan época permanecen.” Y este conjunto ya eligió de qué lado de la frase quiere estar.

La goleada 10-1 a La Parroquia fue una exhibición. Una de esas tardes donde cada control, cada pase, cada desmarque parece responder a un guion propio, una coreografía que ya se sabe de memoria y una maquinaria ofensiva que no perdona

Rodrigo Busto volvió a hacer lo suyo: 5 pepas. Cinco. Superó los 900 (917) goles hace rato y sigue sumando como si coleccionara estampitas. Pero lo de él no es magia: es sociedad. Es química. Es entenderse de memoria con Santi Salvia, ese astro rubio que baja, ordena, asiste y hace jugar. Entre los dos convierten cualquier ataque en amenaza y cualquier amenaza en gol.
Como dijo Bielsa: “Un pase bien dado es un regalo.” Y Salvia regaló varios. Cuando hablamos de leyendas hay que destacar a El arquero-goleador que desafía la lógica, Marian Coria, el “presi”, el guardián, también dejó su firma: un remate rasante en cancha mojada, de los que se meten como serpiente. Suma y suma. Tiene el récord de goles de un arquero en un torneo (8) y se nota que tiene hambre de más. En cualquier otro equipo sería una rareza. En Jogo Bonito es costumbre.

El problema de La Parroquia no es perder contra un gigante. El problema es no parecerse a uno mismo. El Team había llegado a Primera A con una muralla defensiva que los sostenía. Hoy esa muralla está llena de grietas. Lo que antes era orden, hoy es duda. Lo que antes era confianza, hoy es ansiedad. “Cuando el árbol pierde raíces, cualquier viento lo mueve.” Y hoy el viento los mueve demasiado. No es un mal equipo: tienen nombres, tienen historia, tienen pasta.
Pero falta esa solidez que era el pilar de todo. Y sin solidez no hay ataque que se anime. No hay goles que caigan. No hay resurrección. Tom de Rosa entiende el juego con cabeza. Rama Torres es arquero de equipo serio. Barraza siempre suma. Anfus es un comodín que nunca falla. Pero cada uno deberá entregar un poco más de lo suyo para evitar que la corriente los arrastre hacia la B. Y si toca caer, que sea para volver más fuertes: “Los descensos son cicatrices que te enseñan a no olvidar quién sos.”