El sábado arrancó con solcito manso y pelota viva a las 9:00 am, pero Allax no esperó ni a que la mañana despertara: primer avance, córner, gol. A los veinte segundos ya estaban 1–0 arriba.
La Parroquia, en cambio, seguía con ritmo de feriado de miércoles: tranquilos, relajados, como si recién estuvieran buscando las medias. Allax jugaba una final por el descenso; ellos parecían estar en la placita. Pero así es el Verde Césped: donde uno dormita, otro aparece.
Y en ese primer tiempo La Parroquia se encendió: lo pusieron a Valen Anfuso de 9, encontrando ese lugar donde se siente cómodo y clavó dos pepas. Con algún desacople más, completaron cuatro. El campeón del Apertura, Allax, seguía arrastrando esa nube de relajación que persigue al que ya tocó el cielo. Resultado del entretiempo: La Parroquia 4 – 3 Ajax.
Ninguno florecía, pero La Parroquia se fue al descanso con una sonrisa. Segundo tiempo: apareció la palabra que define a los grandes. La Jerarquía. Pum. Pam. Pim. Una ráfaga emocional y futbolística de Allax. Un combo letal que dio vuelta la historia como quien da vuelta una página de un libro que quiere seguir leyendo. Cuando ese Allax despierta, cuando ese Allax recuerda quién fue hace apenas unos meses, es un equipo que se impone solo. Y lo hizo.