El duelo tenía aroma a choque de generaciones: La Parroquia, puntero y recién ascendido, contra el gigante histórico, el multicampeón Jogo Bonito. En la previa, parecía que podía haber sorpresa… pero el césped habló distinto.

Los primeros minutos fueron un golpe de nocaut temprano. Tres llegadas, dos goles, y el partido se torció a favor del grande. El primero nació de la zurda de Guste Filgueira, que remató trabado y la pelota terminó elevándose para colarse por encima del arquero. El segundo, una marca registrada del Carioca: córner rasante y violento al primer palo, la jugada emblemática, el famoso “buscacuerpos”. Esta vez, el balón se desvió en un taco rival y se filtró entre las piernas del arquero. 2-0 en apenas 6 minutos.

De ahí en adelante, Jogo hizo lo que sabe: lentificó, controló, jugó con la experiencia y los tiempos, bajándole la persiana a cada intento de reacción. La Parroquia quiso, pero cada avance se estrelló contra una defensa sólida y contra la certeza de que los astros ya habían marcado el rumbo del partido desde el arranque.

El 5-1 final fue la consecuencia lógica: contundencia histórica de un equipo que, como dijo alguna vez Menotti, “no necesita correr más, sino hacer correr mejor la pelota”. Y eso fue exactamente lo que hizo Jogo Bonito: ganó sin transpirar, mostrando por qué sigue siendo el gigante al que todos quieren bajar.