Hay jornadas que cambian el pulso del torneo, y la fecha 7 quedará en la memoria como aquella en la que Cronos rugió con fuerza de titán y goleó 5-1 al poderoso Jogo Bonito. Lo de Cronos no fue casualidad ni accidente: fue fútbol bien entendido, tácticamente sólido y emocionalmente encendido.

El equipo de Ayrton Montenegro, quien no solo viste la cinta sino que construyó este plantel con visión y criterio, mostró un nivel colectivo que ilusiona. Orden, intensidad y eficacia fueron los pilares del triunfo. Atrás, David Jaime, un arquero que transmite calma en medio de la tormenta, volvió a demostrar por qué es uno de los más seguros del Verde Césped. Su presencia sostiene al equipo, y su voz ordena como un metrónomo.

En defensa, Tato Salzano sigue escribiendo su propia historia: el zurdo con alma de delantero volvió a convertir. Su estilo recuerda al Roberto Carlos de los 2000 —lateral con cañón y despliegue infinito—, símbolo del Cronos moderno. En el medio, la conducción de Orellano fue el alma y la brújula. Y arriba, RR Rodríguez y Nasa Alegre hicieron estragos: velocidad, potencia y goles. Dos delanteros que entienden el juego y se complementan como pocas duplas en la liga.

Desde lo táctico, Cronos apostó por un bloque medio-alto, presión coordinada sobre la salida rival y transiciones rápidas con sus extremos. Cuando el partido pedía pausa, la encontraron; cuando pedía vértigo, aceleraron. Jogo Bonito, acostumbrado a dominar la pelota y los tiempos, se vio sorprendido, sin capacidad de reacción ante un rival que jugó con convicción.

El 5-1 fue tan contundente como simbólico: el líder cayó, y cayó sin atenuantes. El equipo de Coria y Busto perdió el control emocional del juego después del segundo gol, y ya no pudo volver. “En el fútbol no gana siempre el mejor, gana el que está más convencido de lo que hace”, decía Simeone, y Cronos fue la encarnación de esa frase.

Aun así, el destino quiso equilibrar las cosas: Tinta también perdió, y Jogo Bonito sigue puntero. Pero el mensaje quedó claro. Cronos está para más. El equipo que empezó en silencio hoy ruge fuerte, con fútbol, con unión y con hambre.

Porque en el Verde Césped, como decía el gran Bilardo, “el que corre, piensa y siente por el compañero, ya está ganando aunque falte el pitazo final”.