Meseta del Oeste y Club Castelar protagonizaron una batalla épica en la que el honor y la gloria estaban en juego. Un combate donde cada jugada era un golpe certero. Meseta, con la elegancia de un boxeador clásico, buscaba dominar la distancia y conectar golpes precisos. Castelar, por su parte, era un luchador callejero, aguerrido y dispuesto a darlo todo.

La primera mitad fue un claro dominio para el conjunto de Salcedo. Lucho Ferro, con su habilidad innata para el juego asociado, tejió una red de pases que dejó sin aliento a la defensa rival. Sus dos goles fueron como dos uppercuts certeros que tambalearon al conjunto de Fioritti. Sin embargo, los del Club no se rindieron. Con la garra y la determinación que los caracteriza, fueron desgastando al rival hasta encontrar un resquicio.

Licha Selser, el especialista en pelotas quietas, se convirtió en el héroe de Castelar. Su gol de tiro libre fue un rayo de esperanza que iluminó el oscuro túnel en el que se encontraba su equipo. Fue un golazo que no solo empató el partido, sino que también demostró la importancia de la psicología en el fútbol. Meseta, que se veía ganador, sufrió un golpe anímico del que no pudo recuperarse.

El encuentro fue un microcosmos de la vida misma. Un constante ir y venir entre la esperanza y la desesperación, entre el triunfo y la derrota. Ambos equipos dejaron todo en la cancha, demostrando que el fútbol es mucho más que un juego, es una metáfora de la vida.