El partido fue un frenético intercambio de energía, una danza de electrones en un campo de fuerza. Cada jugador era una partícula subatómica, moviéndose en órbitas impredecibles y chocando entre sí en busca de un equilibrio inestable. Sudacas, con su juego impredecible, era como un átomo inestable, liberando ráfagas de energía en todas direcciones. A2Tokes, por su parte, era un sistema solar en miniatura, con un sol central (Nahuel Vega) que irradiaba luz y calor hacia sus planetas (compañeros).

Vega fue el catalizador de la reacción nuclear que desató la goleada. Sus tres goles fueron como tres explosiones estelares, iluminando el oscuro cielo del estadio. Cada asistencia fue una fuerza gravitacional que atraía a sus compañeros hacia el gol. Fue un espectáculo de fuerza bruta y elegancia, una demostración de que el fútbol puede ser tan hermoso como la ciencia.

La rotación constante de jugadores en Sudacas fue como un intento de desestabilizar el núcleo atómico de A2Tokes. Sin embargo, la estructura sólida del equipo visitante resistió los embates y salió fortalecido. El conjunto del Bocha Cullari fue un imán que atrajo hacia sí toda la energía del partido, convirtiendo el campo en un campo de fuerzas donde solo ellos podían sobrevivir.