Luciano Wernicke se ha dedicado por años a investigar sobre las anécdotas más exóticas que se han vivido en el fútbol donde la realidad literalmente supera la ficción.
El árbitro a caballo
A la final del torneo de segunda división de 1925 de la ciudad argentina de Córdoba llegaron los clubes locales Vélez Sarsfield y Peñarol. El choque definitivo se pactó en una canchita del barrio El Abrojal, y se designó a Carlos Libertario Linossi para controlar las acciones del trascendental desafío. A los treinta minutos de la segunda etapa, con el marcador 1-1, Peñarol consiguió el gol que lo catapultaba a la división de honor del fútbol cordobés. Pero la conquista no fue bien recibida por los seguidores de Vélez: gracias a la falta de alambrado olímpico, los hinchas decidieron ingresar al campo de juego para golpear a los futbolistas rivales, quienes a su vez fueron defendidos por sus partidarios. En medio de una riña generalizada, Linossi montó el caballo con el que había arribado al lugar y comenzó a despejar, a empellones, a los exaltados espectadores. La bravura del centauro consiguió el milagro del retorno de la calma para que el encuentro prosiguiera sin nuevos disturbios. Hasta el último minuto, el hombre de negro continuó su labor sentado en el lomo de su corcel. Fue el primer árbitro con cuatro patas.