En un torrente de emociones desbordadas y una lluvia de goles que empaparon la tarde futbolística, SYH 4310 emergió victorioso con una contundencia que llevaba el sello inconfundible de Lucas Ventriglia. El delantero se erigió como un ejecutor implacable, un depredador del área que infligió una herida profunda en el arco rival con un póker de goles letales, dejando al guardameta sin más opción que recoger una y otra vez el balón de las redes, como un náufrago recogiendo los restos de un naufragio.

Desde el pitido inicial, el encuentro se desnudó como un combate de boxeo sin round de estudio, un intercambio constante de golpes donde ambos contendientes buscaban asestar el primer mazazo para tomar el control del ring. Sin embargo, en este frenético ida y vuelta, fue Ventriglia quien se enfundó los guantes de oro, adueñándose del protagonismo con una maestría en la definición que deslumbró a propios y extraños. Sus remates, cual misiles teledirigidos, parecían viajar con un destino preordenado, sorteando cualquier intento de intercepción y dejando al arquero rival vendido, como un espectador impotente ante la obra de un artista consumado.

Caño la Liga intentó tejer una resistencia elegante, apostando por un repliegue defensivo que buscaba sofocar la efervescencia ofensiva rival y aguardando la oportunidad de lanzar zarpazos en veloces contragolpes. No obstante, algunos errores no forzados, regalos innecesarios al adversario, y la temprana ventaja de SYH actuaron como un lastre que minó su moral y sus fuerzas. Terminaron sucumbiendo ante la superioridad avasallante de un rival que olió la sangre y no perdonó, como un león hambriento en la sabana.